Soy un convencido del valor que tiene el poder de hacer cosas. Si el resultado es bueno o malo depende de su uso, de su aplicación. Me recuerda una experiencia con un monje budista cuando me dijo “a todo hombre se le entrega las llaves de las puertas del cielo y esas mismas llaves abren las puertas del infierno”.
Igual en los negocios. Hemos visto organizaciones increíblemente exitosas en su ejecución con modelos innovadores de logística y distribución enfocadas a temas ilegales. A ratos pienso, si toda esa creatividad y energía fueran correctamente enfocadas seguramente tendríamos varias multinacionales referentes a nivel global.
Definitivamente es mejor arriesgar sin tener total seguridad, que no hacer nada. Muchas veces las personas se quedan en la llamada planeación y no ejecutan. He visto de miles de Planes de Negocio que adornan las estanterías de más de una oficina. Es claro que planear es importante, es como una brújula que indica un sentido de la dirección. Pero debemos hacer, probar el mercado con el servicio y-o producto es la única forma de validar las ideas.
Un rasgo que identifico mucho en las personas de negocios es que están acostumbrados a tratar con el riesgo y la incertidumbre como elementos de su cotidianidad. Son “aguas” que todo emprendedor debe identificar, entender y trabajar. Día a día se revisan los resultados y hacen los ajustes necesarios. Se tiene una capacidad de cambio permanente, son resilientes ¡.